El lado bueno de Instagram
Aunque todo el mundo lo
usa, se ha puesto muy de moda criticar al pobre Insta. Es un blanco fácil en nuestra época de cinismo y mala leche:
un monumento al narcisismo de la generación millennial
hecho realidad. O sea, mi maldita
generación, por mucho que quiero estar por encima de estas cosas.
Parte de la mala leche
de estos haters (¡Que dios nos
perdone!) viene de la simplicidad de Instagram. Nada de los artículos, las opiniones
y los pensamientos (seudo) profundos que abundan en su hermano mayor (tanto por su edad como por el hecho de que Facebook nos está espiando a todos). Lo
que tienes en el jovencito Instagram
son fotos, vídeos cortos y una escasez de palabras que te rilas.
Por mi parte, decidí
tirarme a la piscina, tras haberme resistido mucho tiempo. Era de cañas un juernes (otro millennialismo), con una
pandilla formada por un amigo tan rancio y antirredes como yo por aquel
entonces, y un amigo que instagrameaba (llamemos a la RAE, que ya es un verbo,)
bastante.
#gaylove |
Y yo empezando a engancharme
a la maldita cosa. Un amigo madrileño, más metido que yo en esas cosas me dijo
una vez que: ‘ahora la escalada se mueve
por Instagam.’ Y mira que tuvo razón. No hacen falta las casposas webs de
noticias de escalada cuando puedes seguir a los atletas directamente en Instagram. Pero ver a los grandes a
nivel internacional no da tanto gusto como ver hazañas de mi querida zona
centro. Resulta más motivador ver a gente que conozco luchando sus batallas por
Pedriza, Zarza, Esco, Albarra, Bayuela, Tamajon y más allá. Vas al bloque
recién encadenado por algún mutante, tocas las presas enanas y dices: ‘!Fuck! La gente es muy fuerte.’
Quién va a qué sitio el
finde, quién está entrenando y quién lesionado, quién hace su proyecto y quién
cae en el último paso, estas cosas son las verdaderas joyas del Insta. Cuando llueve y voy al rocódromo
a entrenar, reconozco la mitad de las caras y sus últimos logros y fracasos,
todo gracias a Instagram.
Además de todo esto, es
práctico, sobre todo cuando no sabes cómo se hacía ese puto paso del bloque no sé
qué. Existen videos de absolutamente todos.
Unas anécdotas. Vi un vídeo
de un amigo haciendo La Ermita. (8A) Pedazo bloque, tan bueno que llamaron La
Ermita de Peña Sacra por él. (¿O fue al revés?) Ese bloque lo había dejado por
vencido hace un par de temporadas pero al ver su video me motivé ir a probarlo
otra vez. Al final no lo hice, (¡joder!) esto habría sido demasiado perfecto,
pero lo dejé apuntito para la temporada que viene.
La Ermita |
...and again |
Vaginario |
Una vez encontré una botella (de esas botellas caras que no se tira) al lado de un bloque, y supe al instante de quién era, basándome solo en sus posts del Insta. La dejé escondida y mandé un mensaje al tío diciéndole por dónde se encontraba. Vínculos forjados en la fragua de una afición compartida por las redes.
Sé perfectamente que las
redes también tienen su lado oscuro, ya bastante discutido en los medios. Lo de
compararse constantemente con otros ha sacado un deporte que era muy
individualista al mundo competitivo. También, la presión de mostrar tu cara más
amable hace que nos portemos como ejecutivos de marketing en vez de los bichos
raros que somos en realidad. Y seguro
que para los muy jóvenes su uso desenfrenado es un desastre en cuanto a la
autoestima, los estudios y el acoso. Pero pese al alarmismo en estos frentes, veo
mucha más comunidad que hostilidad dentro de mi rincón de escalada madrileña.