Sunday, 17 June 2018

El lado bueno de Instagram


El lado bueno de Instagram
Aunque todo el mundo lo usa, se ha puesto muy de moda criticar al pobre Insta. Es un blanco fácil en nuestra época de cinismo y mala leche: un monumento al narcisismo de la generación millennial  hecho realidad. O sea, mi maldita generación, por mucho que quiero estar por encima de estas cosas.

Parte de la mala leche de estos haters (¡Que dios nos perdone!) viene de la simplicidad de Instagram. Nada de los artículos, las opiniones y los pensamientos (seudo) profundos que abundan en su hermano mayor (tanto por su edad como por el hecho de que Facebook nos está espiando a todos). Lo que tienes en el jovencito Instagram son fotos, vídeos cortos y una escasez de palabras que te rilas.

Por mi parte, decidí tirarme a la piscina, tras haberme resistido mucho tiempo. Era de cañas un juernes (otro millennialismo), con una pandilla formada por un amigo tan rancio y antirredes como yo por aquel entonces, y un amigo que instagrameaba (llamemos a la RAE, que ya es un verbo,) bastante.

#gaylove
Bueno, para burlarnos de él, el hater y yo creamos una cuenta juntos, allí en el bar, con el único motivo de superarle en seguidores. Y teníamos un plan: el buscaría seguidores gays y yo a escaladores, así por tener a dos rincones del mercado. Parecía un buen plan después de unas cervezas pero después de una semana mi amigo se aburrió, dejándome con nuestra cuenta recién nacida. 

Y yo empezando a engancharme a la maldita cosa. Un amigo madrileño, más metido que yo en esas cosas me dijo una vez que: ‘ahora la escalada se mueve por Instagam.’ Y mira que tuvo razón. No hacen falta las casposas webs de noticias de escalada cuando puedes seguir a los atletas directamente en Instagram. Pero ver a los grandes a nivel internacional no da tanto gusto como ver hazañas de mi querida zona centro. Resulta más motivador ver a gente que conozco luchando sus batallas por Pedriza, Zarza, Esco, Albarra, Bayuela, Tamajon y más allá. Vas al bloque recién encadenado por algún mutante, tocas las presas enanas y dices: ‘!Fuck! La gente es muy fuerte.’ 

Quién va a qué sitio el finde, quién está entrenando y quién lesionado, quién hace su proyecto y quién cae en el último paso, estas cosas son las verdaderas joyas del Insta. Cuando llueve y voy al rocódromo a entrenar, reconozco la mitad de las caras y sus últimos logros y fracasos, todo gracias a Instagram. 

Además de todo esto, es práctico, sobre todo cuando no sabes cómo se hacía ese puto paso del bloque no sé qué. Existen videos de absolutamente todos.

Unas anécdotas. Vi un vídeo de un amigo haciendo La Ermita. (8A) Pedazo bloque, tan bueno que llamaron La Ermita de Peña Sacra por él. (¿O fue al revés?) Ese bloque lo había dejado por vencido hace un par de temporadas pero al ver su video me motivé ir a probarlo otra vez. Al final no lo hice, (¡joder!) esto habría sido demasiado perfecto, pero lo dejé apuntito para la temporada que viene.
La Ermita

...and again
 También pasó al revés. Una semana después de poner una foto de un bloque algo esotérico, lo vi repetido por un amigo mío, autor de la guía de La Pedriza nada menos. Así corre la motivación pallá y pacá, impulsada por nuestros móviles.



Vaginario











Una vez encontré una botella (de esas botellas caras que no se tira) al lado de un bloque, y supe al instante de quién era, basándome solo en sus posts del Insta. La dejé escondida y mandé un mensaje al tío diciéndole por dónde se encontraba. Vínculos forjados en la fragua de una afición compartida por las redes.

Sé perfectamente que las redes también tienen su lado oscuro, ya bastante discutido en los medios. Lo de compararse constantemente con otros ha sacado un deporte que era muy individualista al mundo competitivo. También, la presión de mostrar tu cara más amable hace que nos portemos como ejecutivos de marketing en vez de los bichos raros que somos en realidad.  Y seguro que para los muy jóvenes su uso desenfrenado es un desastre en cuanto a la autoestima, los estudios y el acoso. Pero pese al alarmismo en estos frentes, veo mucha más comunidad que hostilidad dentro de mi rincón de escalada madrileña.

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